viernes, 7 de mayo de 2010

PedirPerdón

“El hombre atraviesa el presente con los ojos vendados. Sólo puede intuir y adivinar lo que de verdad está viviendo. Y después, cuando le quitan la venda de los ojos, puede mirar al pasado y comprobar qué es lo que ha vivido y cuál era su sentido.” Milan Kundera.

Hay veces que no entiendo por qué dañamos a las personas que más cerca se tienen, esas personas que te han brindando luz cuando sólo había oscuridad, esas personas que se han acostado en tu pecho para oír de cerca lo que tu corazón tiene para contar. En casos como estos, no solo hay que hacerse cargo de lo que uno hizo, sino cargo de la culpa que uno lleva por haberlo hecho, y ese, ese sentimiento de no poder dejar de tener la mirada baja, ese sentimiento que luego te hace hacer actos ridículos para tratar de corregir ese error, ó en el peor de los casos taparlo cómo si nunca hubiese existido, es la cuota (después de mucho padecimiento) que permite redimirse.

En El libro de los amores ridículos, uno de los personajes dice algo horrible sobre un hombre de buena fe, y su arrogancia es lo que lo lleva abajo, la necedad le impide ver sus errores y sobre todo darse cuenta del daño que engendra en los que le rodean y circundan su existencia. Entonces, ¿hasta donde nuestros actos dejan de ser confianzudos y de auto supervivencia, para convertirse en agresión? ¿Cuánto uno puede herir a alguien? ¿y hasta dónde llega el perdón de esa persona que se hirió?

Creo que romper la confianza con alguien es uno de los sentimientos más terribles que el hombre puede experimentar/vivir, y por eso mismo la mente es sabia y se encarga de meternos en el cuerpo entero lo que tanto las religiones nos han inculcado: el arrepentimiento encabezado por la culpa, el hijo pródigo, el padre misericordioso. Hice algo de lo cual me arrepiento, y lo peor del asunto es que lo hice en un acto insignificante, y no, no hablo de engañar a alguien, hablo de… qué importa, el daño hecho esta, ahora solo me queda pedir perdón.

Perdón.